jueves, 11 de agosto de 2011

La teoría de las ventanas rotas

El Ayuntamiento de Granollers me pidió hace unos días que impartiera una conferencia en el IX Encuentro de la Red Estatal de Ciudades Educadoras. Acudí encantado. Porque considero fundamental que las ciudades en que vivimos se conviertan en escenarios que inviten a todos los ciudadanos y ciudadanas a vivir de forma digna, respetuosa y feliz. Una ciudad limpia, segura, ordenada, ecológica, culta, silenciosa, justa, lúdica, cómoda, solidaria y estética es un marco en el que casi no es posible la delincuencia. Una ciudad limpia es educadora y una ciudad educadora es limpia. Una ciudad silenciosa es educadora y una ciudad educadora es limpia. Y Así sucesivamente.
Dice Richard Florida, en su libro “Ciudades creativas”, que hay tres grandes decisiones en la vida de las personas que condicionan su felicidad: dónde vivir, qué hacer y con quién compartir la vida. La más importante, dice, es la primera. Por eso habla de la geografía de la felicidad. Claro que muchas personas no tienen la posibilidad de elegir. Están condenadas a vivir donde han nacido porque ni siquiera pueden imaginarse otra cosa.

La ciudad debe estar concebida, diseñada y utilizada de manera que todos y todas podamos desenvolvernos en ella de manera segura, fácil y agradable. En una ciudad construida para conductores, varones, adultos, sanos, apresurados, agresivos, insolidarios y avaros, no tienen cabida los niños, los ancianos, los enfermos, las mujeres, los peatones… Si el prototipo de usuario fuese el niño, si las ciudadades estuviesen concebidas a suy medida, todos podríamos vivir en la ciudad cómodamente y sin peligro. Fancesco Tonucci, reconocido pedagogo italiano, que trabaja esta idea con niños y de niñas, preguntó en una ocasión a un grupo de pequeños escolares:
- ¿Cómo os gustaría que fuera la ciudad?
Uno de los niños contestó con aplomo:
- Queremos jugar gratis.
¿Qué tipo de ciudades estamos creando en las que los niños y las niñas no pueden satisfacer gratuitamente una necesidad tan básica como el juego? ¿Qué tipo de ciudad estamos diseñando en las que no se puede pasear con sosiego porque corremos el riesgo de ser atropellados, extorsionados, empujados, agredidos? En una zona de Punta del Este vi un cartel que trataba de promocionar viviendas. En el cartel se leía: “Aquí sólo corre el viento”.
Una amiga me ha enviado un interesante texto en el que se habla de la teoría de las ventanas rotas. 0e permito hacer uso de algunas de sus ideas. El profesor Phillip Cimbrado, de la Universidad de Stanford, redalizó hace años un curioso experimento de Psicología Social. Dejó un coche abandonado en el Bronx, a la sazón una zona pobre y conflictiva de Nueva York. Y otro, de la misma marca y color en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos coches idénticos abandonados en barrios con poblaciones muy diferentes. Los investigadores observaban lo que sucedía. Resultó que el coche abandonado en el Bronx comenzó a ser destruido en pocas horas. En cambio, el coche abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto durante varios días.
Podría deducirse de este hecho que la pobreza es la causa del delito. Atribución discutible. El experimento no concluyó ahí. Cuando el auto abandonado en el Bronx estaba destrozado y el de Palo Alto permanecía impecable, los investigadores rompieron un vidrio del coche de Palo Alto. El resultado fue que se desató sobre el mismo un proceso similar al sufrido por el coche colocado en el Bronx. El robo y el vandalismo redujeron el coche al mismo estado que el del barrio pobre.
El vidrio roto del coche abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo los códigos de respeto y convivencia,. Es un testimonio de ausencia de ley, de normas, de reglas. Es como un cartel en el que alguien hubiera escrito: “Aquí vale todo”. Cada nuevo ataque que sufre el coche, reafirma, profundiza y multiplica esta idea.
Experimentos posteriores desarrollaron la teoría de las ventanas rotas.. Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos algunos cristales de las demás ventanas. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, allí se genera el delito en cadena.
La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, que se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: suciedad, graffittis, evasiones de pago, ebriedad, pequeños robos y extorsiones. Los resultados fueron rápidos y claros. Comenzando por aspectos pequeños se consiguió convertir el metro en un lugar seguro.
Posteriormente, en 1994, Rudlph Giuliani, alcalde de Nueva York, basándose en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de “tolerancia cero”. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiéndose actuaciones que transgredieran la ley y las normas de convivencia urbana. El resultado fue el descenso significativo de los índices de criminalidad en toda la ciudad.
Si tenemos comunidades limpias y ordenadas, en las que no se tolera la infracción, será fácil conseguir de los ciudadanos y ciudadanas un comportamiento respetuoso y solidario. Por eso es tan importante convertir la ciudad en un proyecto educativo.
También puede plantearse el argumento a la inversa. Un conjunto de ciudadanos y ciudadanas que se empeñan en crear un espacio habitable conseguirá construir una ciudad más hermosa y acogedora. Nosotros hacemos la ciudad y la ciudad nos hace a nosotros.


El Adarve- Miguel Angel Santos Guerra
 http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/

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